Las últimas notas de parche de Warhammer 40.000 casi me cuestan 150 euros. Por qué en un juego de mesa como este, el balance es para echarse a temblar

Como probablemente sepas, el universo de Warhammer 40.000 proviene de un juego de mesa. Miniaturas que se coleccionan, se pintan y se despliegan en tableros que hacen las veces de impresionantes campos de batalla. Por supuesto, estas partidas llevan décadas expandiéndose a través de múltiples ediciones de su reglamento; pero también de actualizaciones de balance que modifican las habilidades y características de ciertas unidades para bien o para mal.

En ese sentido, encontrarás que 40K funciona como cualquier videojuego moderno, solo que con una diferencia importante: la mayoría de unidades de Warhammer se venden en kits que a menudo cuestan lo que un triple-A completo o incluso más, y las decisiones que tomas a la hora de montar cada miniatura individual suelen ser permanentes. Dicho de otro modo, si usas superglue para pegarle a tu marine un bólter pesado y luego Games Workshop balancea el juego de tal manera que el bláster volkita sea mejor, la has liado (o no).

Te voy a contar una experiencia personal relacionada con esto. No es una crítica, ni tampoco tiene ninguna clase de moraleja en absoluto. Pero si no estás muy metido en el mundillo de Warhammer 40.000, tal vez te ayude a entender un poco mejor —mera cuestión de curiosidad— cómo se desarrollan las cosas en este hobby. Y es un tema fangoso, te adelanto, porque uno puede encontrarse en una tesitura bastante desagradable de la noche a la mañana si no anda con mil ojos.

Algunas de mis miniaturas. Elijo y guardo las piezas de antemano antes de montarlas.

El pasado verano, me dejé arrastrar por el hype de Space Marine 2 y comencé a coleccionar un ejército de templarios negros. No es el primero que hago, porque ya tengo unos años de experiencia en Fantasy (lo que ahora se llama Old World) pero sí es el que más en serio me he tomado. Mi presupuesto es de 2000 puntos, que es el estándar de 40K: cada unidad tiene un coste que representa a los modelos incluidos y cualquier combinación válida de equipamiento que puedan llevar encima, y el valor total de la lista no puede exceder el acordado.

Afortunadamente, existen unas cuantas herramientas con las que planear un ejército (p. ej. Battlescribe) aunque en mi caso uso la app oficial de 40K en Android porque me gusta hacer algún repaso ocasional cuando voy en el bus. Hasta hace no mucho, estaba muy contento con mi selección de unidades y armas: 1980 puntos en total, que en décima edición se considera bastante bien ajustado. Pero, ay de mí, el pasado 16 de octubre me encontré en Reddit con un titular que no me gustó nada.

Cambios a los templarios negros según el Field Munitorum (16 de octubre 2024).

Games Workshop había lanzado una nueva actualización de balance, y como parte de ella, llegaban cambios al Field Munitorum: un documento que recoge el precio en puntos de todas las unidades del juego. Y los templarios negros habían salido mal parados, lo cual en realidad era más o menos de esperar porque de acuerdo con Auspex Tactics, tenían un 52% de winrate en torneos. Un número anormalmente alto, sobre todo comparándolo con los mucho más pobres marines de azul. Así que los costes subieron para reflejar este poder.

Comprando unidades de Warhammer 40.000

Tres unidades clave de los templarios negros se dispararon: el Gran Mariscal Helbrecht, el Capellán Grimaldus y la escuadra de cruzados primaris; esta última en nada menos que 40 puntos para la versión que quería montar. Pasé de tener cierto margen de 20 puntos a que me sobrasen 40. Un dolor. El caso es que abaratar costes para amoldarme a las nuevas reglas no es tan fácil ni tan barato como suena, porque balanceas la funcionalidad con el dinero que te dejas.

El kit que tenía planeado originalmente. Algunas personas hacen conversiones para ahorrar.

En mi caso, encontré que la mejor solución a este problema era cambiar de la lista un dreadnought Redemptor de 210 puntos por un Brutalis de 160; y quitar un capitán de 80 puntos. Por suerte para mí, no había comprado aún ninguna de estas unidades y por ello el asunto se saldó en un cambio de planes relativamente sencillo: perdí potencia de fuego, pero poco más. De haberme comprado todas las unidades que quería de antemano, sin embargo, me hubiera hecho menos gracia.

El dreadnought Redemptor me habría costado 62,50 euros en la web oficial y el Brutalis que necesito ahora, 65. Por su lado, el capitán vale poco más de la mitad; pero seguiría siendo costoso. En total, unas notas de parche sencillas cambiando puntos a tres unidades de mi ejército costaría unos 150 euros. Cierto es que en tiendas de terceros la cosa sale un poco más barata, pero pensándolo en frío, de haberme pillado en otro momento de mi vida tal vez habría dicho «hasta aquí hemos llegado» como espero que puedas comprender.

¿Por qué no he reaccionado así? Bueno, tengo interiorizado el hecho de que las reglas de Warhammer 40.000 son muy volubles y que estas cosas suelen pasar: al final, lo suyo es coleccionar y pintar por diversión, intercambiando miniaturas «en activo» con otras que tienes «en la reserva» a medida que lo requiere la situación. El armamento sí me resulta un tema más delicado, pero llevo tiempo imantando las piezas más especiales por si tengo que hacer cambios al vuelo. Que está controlado, vamos. Pero el susto inicial te lo llevas igual.

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Las últimas notas de parche de Warhammer 40.000 casi me cuestan 150 euros. Por qué en un juego de mesa como este, el balance es para echarse a temblar

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Mario Gómez

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