Hace mucho que los accesos anticipados dejaron de ser proyectos pequeños con muchísimo pendiente por delante para ser considerados proyectos a tener en cuenta. Ejemplos tenemos a montones, más de los que puedo —o debo, por la extensión del texto— mencionar, y Laysara: Summit Kingdom no me ha demostrado lo contrario. Este particular juego de estrategia y construcción de ciudades llevaba cierto tiempo en mi lista de deseados y, aunque por tiempo, o más bien por falta de tiempo, no pude probarlo en el Next Fest, he pasado la primera semana de 2025 enganchado a su early access, uno tan bonito, inspirado y único que no he podido sino sentarme a escribir sobre él.
Porque, de base, los constructores de ciudades —y lo digo como alguien que pasó más de 200 horas solo en Cities: Skylines— llevan años siendo poco originales. No es un problema en sí, porque lo que vemos no es nada sin un buen sistema de fondo para acomodar todo: sus ciclos de actividades, economía, vida… Sin embargo, creo que al género le hacía falta un juego como Laysara. Porque, ¿qué tiene de único? Pues el equipo de Quite OK Games y Future Friends Games en cierto momento pensó: «¿Qué tal si llevamos la horizontalidad y la occidentalidad de los juegos de construcción de ciudades a Asia y a un plano casi vertical?».
Con esta idea, tan básica pero tan bien planteada, Laysara propone construir y gestionar una ciudad en las laderas y la cima de una montaña gigantesca del sistema montañoso del Mahalangur Himal, o Himalaya. Apostando por un desparpajo mecánico al estilo Frostpunk, donde la estética sirve y nutre de forma recíproca al gameplay, el proyecto hace malabares entre la típica puesta en escena de cualquier city builder —con su red de carreteras, servicios, casas y necesidades— y la verticalidad, salvando el terreno con todo tipo de artilugios mecánicos. Y lo hace con tal atino que parece mentira que este sea su primer proyecto.
Un mundo apocalíptico tan precioso que parece mentira que sea el fin del mundo
Aunque en este tipo de proyectos el trasfondo narrativo no aporta más que una mera excusa para añadir todo tipo de locuras sin que desentonen con el producto general, lo cierto es que quiero detenerme ligeramente en lo que hay detrás de Laysara. Porque aunque parezca un cozy game arquetípico —que lo es—, esconde un apocalipsis. El mundo ha quedado asolado por una niebla que impide la vida en las zonas bajas del planeta, por lo que los ciudadanos supervivientes se ven obligados a buscar refugio en las montañas. Nuestro objetivo es ayudarles a establecerse, gestionar sus recursos y, eventualmente, construir un templo en la cima para servir a la localización que nos toca, influenciada por el lógico budismo tibetano.
Un planteamiento tan oscuro como bonito y ambicioso, pero sobre todo original. Donde otros apuestan por ambientar un city builder apocalíptico en pleno fin del mundo, el equipo de Laysara —que no es tibetano, sino afincado en Katowice, Polonia, aunque con un profundo amor por su folclore— apuesta por dotar a su proyecto de un lógico y consecuente envoltorio religioso-devoto, pero también algo feudal. A medida que progresamos por las diferentes alturas de la montaña, se nos presentan tres grupos de habitantes: los trabajadores de las tierras bajas, los artesanos y los monjes.
Cada grupo tiene necesidades y requerimientos específicos, lo que agrega una capa de profundidad estratégica a la jugabilidad. En este caso, no es un juego que se salga del camino marcado por sus predecesores. Hay edificios que no encajan con la zona de las élites y que deben estar en los segmentos más bajos, mientras que otros sirven para nutrir la exclusividad de la clase pudiente. Aun así, es esa idea de un desarrollo vertical la que añade una capa más de interés a un proyecto que, de no tenerla, pecaría de falta de arrojo.
Gestionar el espacio limitado de las montañas requiere una planificación cuidadosa de la ubicación de los edificios y las cadenas de producción. Lo curioso, y chocante, es que incluso siendo un lugar tan poco afable para la construcción, el equipo de Quite OK Games ha mimado su sistema de construcción para que no solo las zonas construibles estén llenas de vida independientemente de su tamaño, sino que todo se sienta orgánico. Podremos construir en varias caras de la montaña, atendiendo a las necesidades de luz solar, tamaño, inclinación o fertilidad del suelo, haciendo que Laysara saque pecho de algo que he echado en falta en muchos constructores actuales: la necesidad de una mentalidad espacial.
Porque es cierto que muchos constructores de ciudades, aun con terrenos algo acotados por accidentes geográficos, son bastante permisivos con el jugador. «Si un par de casas no cuadran aquí, irán mejor allí», he dicho con tantos city builders. Pero Laysara no es tan indulgente. Es tal lo bien que sienta al juego que, aunque no cuente con el mejor sistema de microgestión —servicios, comunicación, necesidades—, algo que en juegos como Cities: Skylines excusa que pasemos media hora calculando los límites de un barrio, su verticalidad, una protagonista en sí misma, crea importantes momentos de planificación para no dejar ningún cabo suelto o a merced de la suerte.
Sin embargo, esta misma innovación trae consigo ciertos retos, como la imposibilidad actual de rotar edificios, lo que complica la optimización del espacio, especialmente en los momentos de juego donde la mitad de la montaña será nuestra. Aunque se agradece la ausencia de penalizaciones al desmontar estructuras, esta restricción puede ser frustrante.
La montaña no es tu amiga
Aunque tendremos un modo campaña —no disponible en el acceso anticipado— donde presumiblemente la zona de construcción estará limitada por las necesidades de su historia, en el modo libre actual podremos comenzar a construir donde queramos, de nuevo atendiendo a las necesidades antes mencionadas, ya sea de separación social o de bienes y recursos. Sin embargo, la montaña no es tu amiga y lo demostrará en más de una ocasión. Laysara cuenta con un sistema meteorológico que, aunque tiene en cuenta que estamos en una cordillera y el verano no es tan pronunciado como para salir a tomar el sol en bañador, creará momentos de relativa calma y buenas temperaturas… y nieve. Dependiendo de la zona en la que estemos, su inclinación y la fuerza de la nevada, podrá crear aludes que sacudirán los cimientos de tu ciudad.
Es evidente que este no es un título fácil; incluso en el modo novato, la curva de aprendizaje puede ser exigente, especialmente para los menos experimentados en el género. Aun así, y en el estado actual, el juego ofrece modos alternativos para variar y equilibrar la experiencia. El modo creativo permite explorar sin las limitaciones económicas, aunque algunos jugadores podrían extrañar un enfoque más estructurado que mantenga las reglas del juego estándar.
En su estado actual de acceso anticipado, Laysara: Summit Kingdom ya demuestra ser una adición destacada al género. Su propuesta única de construir en las alturas y sus cuidadosos detalles visuales y estilísticos lo convierten en una experiencia recomendable, especialmente para quienes buscan algo diferente. Si los desarrolladores logran ajustar algunos aspectos, como la rotación de edificios y una mejor guía en las primeras etapas con un tutorial algo más exhaustivo —porque es cierto que a veces pedimos poco a estos tutoriales—, este juego podría consolidarse como un imprescindible.
–
La noticia
Llevo desde los 11 años jugando juegos de estrategia y construcción de ciudades, y he visto pocos tan originales y atrevidos como este
fue publicada originalmente en
3DJuegos
por
Alberto Lloria
.
Deja un comentario