Hay opiniones encontradas con los Game Awards. Para unos el evento de Geoff Keighley es una celebración necesaria en un momento en el que, cada vez más, los grandes eventos de la industria empiezan a escasear. Para otros es un artificio innnecesario, y hace de menos a un medio tan rico y variado como el del videojuego. Aun así hay dos cosas en la que la mayoría estarían de acuerdo: que la ceremonia ha mejorado con los años… y que ninguna volverá a ser tan memorablemente mala como la edición de 2013.
Si la referencia del año no es suficiente y necesitas algo más para refrescar la memoria: 2013 es la edición de Joel McHale. Sí, esa que se renombró VGX como celebración del décimo aniversario. Esa que se grabó en un plató marrón sin público. Esa en la que Geoff Keighley estaba tan visiblemente incómodo que no se reía de ninguno de los chistes, y en la que los invitados se sentaban en un sofá en un intento fallido de talk show.
Fue un experimento que salió mal en un año no poco significativo para la industria. En esa edición se reunieron juegazos como GTA V, The Last of Us o Bioshock Infinite. Y en el terreno de los anuncios, muchos recuerdan con cariño aquel primer e impresionante vistazo a No Man’s Sky. Claro que todo esto estaba interrumpido por constantes bromas sobre como aquello era una chorrada para niños y no importaba realmente.
En el centro de esto estaban Joel McHale y Geoff Keighley, una dupla con tan poca química que verlos interactuar casi dolía físicamente. McHale, alto, cínico y charlatán, parecía el chico popular de la clase que solo estaba ahí para mofarse de los frikis. Y Keighley, totalmente cohibido, parecía el avatar de los jugadores, deseoso de cortar con las bromas y reconducir la conversación. En cierto momento del evento, Keighley mencionaba a McHale que era Tending Topic en twitter, pero que mejor mirara él si era para bien o para mal. Y eso solo del lado de los presentadores, pero en el apartado técnico fue también un show lleno de gazapos y problemas técnicos.
Spike TV dejó un pobre legado en la percepción cultural del videojuego
Han pasado 11 años desde aquello, pero de algún modo sigue siendo una lacra representativa de toda una era del videojuego. El humor denigrante de los Video Game Awards era el legado que Spike TV dejó al medio del videojuego, y un pequeño vistazo a ediciones anteriores es suficiente para abrir una caja de Pandora que mejor haríamos dejando cerrada. La época de David Spade contaba con este tipo de chistes e incluso peores, y estaba además caracterizada por una profunda misoginia, con las famosas azafatas paseándose por el escenario sin nada que decir, e invitadas como Pamela Anderson que estaban ahí exclusivamente para deleite del público masculino.
Aunque Joel McHale fue el presentador elegido para dar voz a un nuevo abanico de chistes rancios que se les ocurrían a los guionistas, el listón estaba tan bajo que los VGX casi parecía un avance sano. McHale no paraba de hacer bromas sobre lo poco que importaban los videojuegos y sobre lo frikis y poco higiénicos que eran aquellos que lo jugaban, pero se mantuvo respetuoso con los invitados, y su personaje era tan evidente que era imposible pasarlo por desprecio real. Algo que no quedaba tan claro en ediciones anteriores.
Sin embargo, la edición de los VGX dolió especialmente. Ya fuera por el aumento de importancia de redes como Twitter, donde la cosa estaba caldeada, o por las muchas quejas en forma de vídeo que plagaron Youtube, pero el discurso fue incluso más negativo que en otras ediciones peores. Tras años sufriendo las mofas en un evento que se suponía que celebraba el medio, quizás los jugadores esperaban que el cambio de escenario al fin supusiera un muy necesitado cambio de tono. Algo que acabaría pasando, pero un año más tarde.
Las razones de la ruptura entre Keighley y Spike TV siguen sin estar claras. Medios del momento hablan de que la cadena estaba tratando de renovar su programación para ser menos «predominantemente masculina», mientras que otros análisis se cuestionan si el propio Geoff intentó sabotear de forma definitiva esta edición a modo de venganza contra la cadena. En 2018 McHale fue invitado de nuevo para los TGA, y aunque en su línea de humor ácido, su presencia ayudó a despejar dudas de posibles malos rollos con Keighley, y estuvo encabezada por un chiste sobre skins de Fortnite genuinamente divertido.
Mirándolo en retrospectiva, los VGX supusieron un rito de paso necesario para la polarizante gala. Tanto Keighley, como McHale y Spike TV quemaron todos los cartuchos para asegurarse de que ya no había interés en un formato agotado. 2013 fue el último año que la cadena se encargó de organizar los Video Game Awards y en el que Geoff Keighley se emancipó, pagando la siguiente iteración de su propio bolsillo. Es curioso, solo 4 años separan las imágenes de McHale riéndose de los gamers por tener los dedos manchados de Cheetos y la icónica escena de Josef Fares haciendo un corte de manga a los Oscars en reivindicación a los videojuegos. Pero parece que entre ambas ha pasado un mundo.
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La noticia
La edición más decepcionante de los Game Awards pasó hace 11 años, cabreó a todo el mundo y supuso el fin de una era
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por
Miguel Solo
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