La estrategia forma parte de mí, y, entre todo el género, hay una saga que me ha encandilado: Total War. Recuerdo cuando, allá por 2007, pasé por caja con una versión física de Medieval 2, y ahí comenzó un secuestro que ha durado casi 20 años. Sin embargo, de todos los títulos, la saga Warhammer es la que más tiempo me ha tenido enganchado, y, con el estreno de su tercera entrega en 2022, sabía que se acabaría mi vida social. Ahora, tras 240 horas de vicio a este Warhammer 3 y otras 300 en su precuela, el estudio británico ha lanzado Omens of Destruction, el nuevo DLC del juego y el primero tras la polémica en la que se vio envuelto Creative Assembly por el precio de sus DLC. Y me ha vuelto a secuestrar. ¿Es bueno? Mejor: es lo que necesitaba para volver a invertir muchas horas.
Porque todos sabéis que, al margen de las malas decisiones —que el estudio británico tiene unas cuantas a sus espaldas—, el soporte poslanzamiento de sus proyectos más inspirados suele ser prometedor. Quiero decir, mientras Total War: Pharaoh, un paso en falso para el estudio —aunque no fue malo—, apenas ha mantenido una buena cadencia de contenido tras su estreno en 2023, Warhammer 3 da la libertad a los ingleses de ir sorprendiendo poco a poco. Sí, hablamos de una licencia de terceros, algo que da una tranquilidad enorme, pero no por ello Creative Assembly se ha dormido en los laureles. Tras Immortal Empires, he vuelto al universo de Games Workshop bastante ilusionado con lo que proponen los británicos.
Warhammer 3 se expande con un minijuego de mercenarios
Pero ¿qué incluye Omens of Destruction? En este caso, el nuevo DLC de Warhammer 3 llega con un precio de 8,99 euros, bastante reducido teniendo en cuenta los rangos de valor donde nos hemos estado moviendo años, y lo hace con varios héroes y señores, todos ellos de las facciones Orcos u Ogros. Pero, lo más importante, introduce un nuevo estilo de juego: el de los mercenarios.
Sí, sé que la idea de trabajar como mercenario o como una tribu que se mueve solo en base a la guerra en un Total War no es del todo nueva. No solo porque en todos los TW anteriores el sistema de mercenarios ha sido una tónica constante, sino porque las hordas eran controlables vía mods, lo que diluía ese interés genuino por gestionar un reino y se limitaba a guerrear. Sin embargo, los británicos se lanzan a la piscina con uno de sus personajes, Golgfag el Comehombres, y un sistema de contratos la mar de interesante.
Este señor de los Reinos Ogros no funciona como el resto de facciones conocidas. Si bien es posible asentarse en territorios controlados por otras facciones —pues empezamos como una horda más en el mapa—, no podemos acceder a la diplomacia, al menos no con total libertad. Esto se debe a que somos mercenarios, asesinos a sueldo para el mejor postor, donde el interés por gestionar un reino se traslada a las matemáticas: llegar al final del día con suficiente dinero y comida para ver un nuevo amanecer.
El sistema original de los Ogros, que se mueve en base a la comida y erige todo su imaginario sociológico en torno a matar y comer, se entremezcla con un sistema de contratos y tareas para mantenernos ocupados. La idea es que esa guerra constante que profesan los Ogros día sí, día también tenga un aliciente mayor que el de asolar y asediar. Con este sistema, nos iremos moviendo por el mapa —una delicia gracias a la inmensidad de Immortal Empires— completando tareas para el Imperio, los Orcos, los Elfos y, en general, cualquiera que pueda pagarnos.
Una experiencia distinta para los amantes del caos organizado
Pero, si es una extensión del sistema de los Ogros, ¿dónde está el interés? En que esto es una carrera por ser el mejor profesional en esto de matar. Al contrario que el resto de señores Ogros, la idea de ir arrasando por doquier tiene un cariz distinto, pues no nos conviene hacer muchos enemigos, menos aún cuando pasamos mucho tiempo acampando al raso. Lo curioso es que este sistema de contratos genera un vacío legal muy interesante. Si el Imperio te contrata para asediar otra facción humana, estarás al amparo de tu cliente, y esto da mucho juego. A mayor número de carnicerías que hagamos, asentamientos que asediemos o perrerías que provoquemos, mayor será la felicidad del que paga, y mayor será la recompensa que recibamos. ¿La comida? La conseguiremos mientras matamos.
Eso sí, aunque lo que hagamos en el proceso se quede en nuestra cartera, siempre debemos completar el contrato para conseguir la suma. Lo mejor es que, una vez cumplido, podemos firmar la paz con los agredidos o continuar en guerra por nuestra cuenta y riesgo, ya que nuestro anterior cliente se desentenderá e incluso podrá volverse en nuestra contra después. Hablamos de un sistema muy bien llevado de relaciones que expande verticalmente las opciones a las que podemos acceder en el juego.
Es un sistema muy bien llevado de relaciones que expande verticalmente las opciones
Lo mejor de todo es que no es tan sencillo como suena. Los contratos expiran y, entre medias, hay tareas que nos llegan de manera inesperada para ganar influencia poco a poco. El problema radica en que hay que mantener una mentalidad de tiburón —nunca mejor dicho— y no dejar de movernos por el mapa mientras calculamos correctamente cuándo, dónde y cómo aceptar los contratos. Uno aceptado con mucha antelación podría expirar justo cuando llegamos al objetivo, perdiendo un valioso tiempo y sacrificando unidades «a lo tonto».
Por otro lado, lejos del añadido mecánico de Omens of Destruction, el resto de contenidos, en términos más técnicos, mantiene un estándar lógico. En este caso, el equipo británico rara vez decepciona con sus unidades y señores menores, aquellos que apenas amplían el roster disponible por facción, por lo que el principal aliciente de este DLC es, sin duda, su entramado complejo de relaciones y mercenariado.
Lo mejor de todo es que Creative Assembly parece haber dado en el clavo de cara al futuro. Aunque el contenido poslanzamiento de Warhammer 3 ha llegado con altibajos y su futuro está en duda —sobre todo porque la licencia de Games Workshop ya ha expirado y no sabemos qué tendrá el estudio entre manos—, creo que los errores previos, aunque negativos para Pharaoh y Warhammer 3, pueden ser beneficiosos para el futuro histórico del estudio. Por menos de 10 euros, Omens of Destruction es ampliamente recomendable y, por ahora, está siendo recibido de manera positiva. Con un 81% de reseñas favorables, parece que hay interés en que Creative Assembly siga trabajando bajo estos estándares.
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La noticia
He vuelto al juego de estrategia que me vició 240 horas para comer gente, romper amistades y hacerme rico
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por
Alberto Lloria
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