Es difícil no emocionarse con el final de El retorno del Rey, ese cierre de la saga de El Señor de los Anillos en el que, entre lágrimas, despedimos a Bilbo y Frodo, que parten en un último viaje a las Tierras Imperecederas. Es un momento emocionante porque, en el fondo, sabemos que significa una despedida definitiva y que no deja de ser una representación muy poética de la muerte, ¿verdad? Bueno, pues en realidad no está claro del todo, y ahí radica parte de su magia.
Las Tierras Imperecederas: un lugar más allá del alcance de los mortales
En el legendarium de Tolkien, las Tierras Imperecederas, también conocidas como Aman, son un lugar de belleza inigualable al oeste de la Tierra Media, más allá del océano Belegaer. Este continente fue elegido como hogar por los Valar, los poderosos espíritus guardianes, tras su llegada al mundo. Aman incluye regiones como Valinor, donde residen los Valar, y Eldamar, la tierra de los Elfos de la Luz. Además, se encuentra Tol Eressëa, la isla en la que finalmente llegan Frodo, Bilbo y otros mortales privilegiados.
Aman no es simplemente un lugar físico. En las palabras de Galadriel, quien habla de la fragancia de sus bosques y el resplandor de sus aguas, queda claro que simboliza algo más. En La Comunidad del Anillo, Galadriel, tras rechazar el Anillo Único y en relación al destino de los Elfos en su viaje a las tierras Imperecederas, afirma: «Languideceré, iré al Oeste y permaneceré Galadriel», sugiriendo un cambio irreversible que trasciende el mero viaje físico, que nos invita a leer en sus palabras una metáfora de la muerte.
Este simbolismo se refuerza en la descripción del brillo del frasco de luz de Galadriel que Frodo lleva consigo durante su viaje y que una vez parte de los Puertos Grises con destino a Aman «se desvaneció y se perdió», mientras el barco navegaba hacia las Tierras Imperecederas, donde Frodo percibe un paisaje de verdes prados y una brisa fragante, como en un sueño que evoca trascendencia. Para Sam, en cambio, el barco en el que parte Frodo se pierde en un mar oscuro, acentuando la sensación de pérdida definitiva.
Aunque Tolkien no afirma explícitamente que Frodo muere, el lenguaje y las imágenes dejan entrever que su partida es un tránsito hacia un estado más allá de la vida en la Tierra Media. Esta travesía representa un estado de transformación y paz que los mortales rara vez alcanzan en vida. Sin embargo, a diferencia de lo que muchos creen, no confiere inmortalidad a quienes la visitan. En cartas escritas por Tolkien, se aclara que los mortales que llegan a Aman no viven eternamente; su estancia es temporal, un tiempo de curación antes de que enfrenten su inevitable destino.
La inspiración de Tolkien para este paraíso viene de una mezcla de mitos y religiones. Por un lado, está la idea del Elysium de la mitología griega, un lugar reservado para los héroes después de la muerte. Por otro, encontramos paralelismos con las islas benditas de las leyendas celtas, accesibles solo para unos pocos elegidos, o la legendaria Avalón a la que se retira el Rey Arturo en su último viaje. Tolkien, además, lo conecta con la tradición cristiana: Aman no es el paraíso final, sino un lugar de redención y descanso antes de que los mortales trasciendan completamente.
Los motivos detrás del viaje de Frodo
El viaje de Frodo a las Tierras Imperecederas no es una elección arbitraria. A lo largo de El Señor de los Anillos, vemos cómo la carga del Anillo Único afecta profundamente su mente y cuerpo. Aunque logra completar su misión y destruir el Anillo, las heridas que ha sufrido, tanto físicas como emocionales, son irreparables en la Tierra Media. Entre las más simbólicas está la herida que le inflige el Rey Brujo de Angmar en la Cima de los Vientos y el daño psicológico de haber llevado el Anillo durante tanto tiempo y la prueba final a la que le somete en El Monte del Destino.
Galadriel, junto con los otros guardianes de los Anillos Élficos, reconoce este sufrimiento. Su viaje a Aman es un acto de gracia: una oportunidad para que Frodo encuentre paz y sanación, algo que ya no puede obtener en la Tierra Media. Esto es consistente con la visión de Tolkien sobre el sacrificio y la redención. Frodo no busca recompensa ni gloria; acepta que su tiempo en su hogar ha terminado y que necesita partir para encontrar alivio a sus heridas. De nuevo, un eco de sus ideales cristianos. Sin embargo, como nos recuerda Tolkien, su estancia en Aman no lo convierte en inmortal. Frodo sigue siendo un mortal y, eventualmente, también deberá enfrentar su destino final. Su viaje simboliza, en cierto modo, un purgatorio personal, un tiempo de preparación para aceptar su mortalidad.
¿Es el viaje de Frodo una metáfora de la muerte?
Este es uno de los debates más interesantes entre los estudiosos y fans de El Señor de los Anillos. Algunos interpretan el final de Frodo como una clara metáfora de la muerte. Los Puertos Grises y el mar que cruza evocan imágenes tradicionales de transición entre la vida y la muerte, presentes en diversas culturas y mitologías. El río Estigia en la mitología griega o la creencia celta en un viaje al otro mundo por mar son buenos ejemplos de ello.
Otros argumentan que no es una muerte literal, sino un cambio de estado. Frodo abandona la Tierra Media porque ya no puede vivir en ella de manera plena. Esto es más un renacimiento que una muerte: un paso hacia una existencia diferente en la que puede sanar y encontrar paz.
Brandon Sanderson, el célebre autor de fantasía y heredero de la obra de Robert Jordan, ha reflexionado sobre este tema en varios foros. Según él, Frodo debe morir al final de la historia, ya que el sacrificio verdadero implica no sobrevivir, siguiendo la tradición del heroísmo clásico reflejada en Beowulf, que tan bien conocía Tolkien, autor de una de sus mejores adaptaciones. Argumenta que Frodo estaba tan corrompido al final que su muerte junto a Gollum habría sido un acto más compasivo. Además, sugiere que esto habría reforzado la teoría de que el destino de Frodo era similar al de Gollum, refiriéndose a esa interpretación del Anillo Único como el destino y una narrativa mítica cíclica heredera de la mitología nórdica
El legado de un final abierto a la interpretación
Uno de los mayores logros de Tolkien es que nunca nos da una respuesta definitiva sobre el destino de Frodo. En sus cartas, admite que la experiencia en Aman es un misterio incluso para los Elfos, quienes conocen su existencia pero no su esencia completa. Esta ambigüedad permite que cada lector interprete el final según su propia visión del mundo y no deja de ser una postura filosófica muy valiente para Tolkien en el momento y contexto en el que escriubió esta obra.
El viaje de Frodo a las Tierras Imperecederas no es solo el final de su historia, sino un símbolo del final de una era en la Tierra Media. Un cierre que no está en la destrucción del anillo Único y la derrota de Sauron, sino que se presenta en la despedida de los tiempos de los Elfos y la magia, y el inicio de la Edad de los Hombres, herederos de la Tierra Media. Es un final melancólico pero hermoso, que nos recuerda que toda historia, incluso la más heroica, debe llegar a su fin.
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La noticia
Todos sabemos que al final de El Señor de los Anillos Frodo viaja a las Tierras Imperecederas pero, ¿significa eso que muere?
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por
Chema Mansilla
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