Double Exposure no lo tenía fácil. Un Life is Strange, una década después del estreno de su primera entrega, es siempre una promesa: la de una historia y unos personajes que, a diferencia una gran porción de nuestra industria, no solo viene a entretener, sino a hacernos reflexionar sobre la juventud y los temas que la afligen. Si ya es difícil estar a la altura, más aún siendo la primera secuela oficial, que sigue la historia de Max Caulfield tras los sucesos del primer juego, ahora en su etapa en la universidad de Caledon.
Los dos primeros capítulos que pude jugar de forma adelantada me convencieron mucho. Creo que este Life is Strange tenía una buena premisa. Vamos, hasta la gran conjugación de la técnica de la doble exposición con los dos mundos en los que se mueve Max me parece sublime. Porque Max ya no viaje atrás en el tiempo; al menos, no exactamente. Ahora puede moverse entre dos mundos paralelos: uno en el que su mejor amiga muere en extrañas circunstancias y otro en el que sigue con vida. Así, tendremos el poder de cambiar entre mundos para buscar información o incluso poder acceder a lugares que en el otro lado están bloqueados. Es una idea genial y que tiene muchas posibilidades. Eso sí, aunque lo entiendo, me da un poco de pena que no se aproveche como puzle. Porque son puzles, sin duda, pero el juego no te da la oportunidad de resolverlos: simplemente te indica cuándo y cómo debes cambiar de mundo en todo momento.
Giros al final de cada capítulo que te hacen querer saber más.
Como arranque para la historia, es más que interesante. Y la ejecución estaba siendo bastante buena. Es cierto que lo que más me estaba atrapando era lo fácil: unos giros al final de cada capítulo que te hacían querer saber más. Como una novela de ficción moderna, es un pasapáginas. Como una serie de Netflix, solo quería ponerme con el siguiente capítulo. Pero como este tipo de entretenimiento, también a veces empezaba a notar que esos giros y misterios parecían más enfocados en el efecto que producen que en esos temas importantes que siempre explora la franquicia. Aún había tiempo, me decía, pero al jugar los siguientes capítulos no pude más que arquear una ceja: la trama de Double Exposure empezaba a resultar convulsa, ocultando demasiado y sin ofrecer algo emocionante a cambio, solo las ganas de saber más.
El giro de guión no lo es todo
Esta estructura, de esconder demasiado para causar un golpe de efecto a cualquier precio, no es la primera vez que lo veo en Deck Nine. Aunque disfruté de True Colors, también esconde el pasado de Alex hasta el último capítulo para dar la sorpresa, cuando creo que revelarlo al principio habría sido más justo con el jugador, y le habría ayudado mejor a comprender las motivaciones de su protagonista. En Double Exposure ocurre algo parecido: juega tanto a su propio misterio que cuando se dan las explicaciones, todo va demasiado rápido y el tema principal, el mensaje del juego, aunque existe, se diluye. Creo que es la gran diferencia con el trabajo de Dontnod, que siempre busca mostrar en cada capítulo algo que nos haga reflexionar. Por ejemplo, en el primer Life is Strange hasta qué punto volver atrás en el tiempo nos ayuda a aprender de nuestros errores y, en su secuela, qué es más importante, si las reglas y la moral que impone la sociedad o nuestro propio código ético.
Y es una lástima porque gráficamente es, sin duda, el Life is Strange que más he disfrutado. La conjunción de las siempre bien escogidas melodías con los momentos de reflexión, por ejemplo, son estupendos. Destaca el tema de Someone Was Listening de Dodie, que ha escrito para la ocasión y es una maravilla. Pero, sobre todo, las animaciones faciales es lo que siempre necesitó la franquicia y, aunque en True Colors ya hizo un gran trabajo, aquí es verdaderamente alucinante cómo logran captar sutiles y difíciles gestos sin necesidad de decir una palabra para entender lo que están sintiendo los personajes.
Los escenarios también son muy llamativos, sobre todo algunas partes de la universidad. Pero ocurre algo extraño que no me esperaba tras los dos primeros capítulos: no hay más escenarios nuevos. Prácticamente todo lo que ves en ellos es lo que verás en el resto. No hace falta que haya variedad por variedad, pero se nota que en ciertos momentos se fuerzan algunas escenas para que sucedan en los mismos lugares y termina influyendo en la historia y en su capacidad para contarla. No sé si se quedaron sin presupuesto o qué ha ocurrido, pero es bastante notorio.
Con todo, Life is Strange: Double Exposure ha resultado ser una secuela algo convulsa, pero tampoco puedo decir que no me haya divertido jugándola y queriendo saber en todo momento qué iba a ocurrir a continuación. Creo que ha apostado demasiado a ese tipo de narrativa de suspense, casi propia de un whodunit (historias detectivescas de buscar al culpable), olvidándose un poco más de los personajes, sobre todo secundarios importantes y del mensaje de la obra. Y, como resultado, es una historia entretenida pero también de las menos trascendentes de Life is Strange.
Sé que muchos jugadores esperaban algo concreto por la relación entre Max y Chloe, pero no es mi caso; yo solo quería que tuviera esos valores que estableció la saga y aquí me parecen algo diluidos. Hasta el punto de que, en cierto momento llegando a la conclusión, parecía más obsesionado por el lado sobrenatural (me recordó incluso a una peli de superhéroes) que por el lado emocional, cuando creo que dichos poderes siempre han sido una excusa para poder realizar una introspección sobre los personajes. Quizá Deck Nine debería retroceder en el tiempo y recordar que, si tanta gente se preocupa por esta saga, es por esos grandes temas, conflictos y personajes que siempre nos ha regalado.
Sabe enganchar, pero no enamorar
Life is Strange: Double Exposure
Por:
Alejandro Pascual
Life is Strange: Double Exposure es la entrega más distinta de la serie. No solo por ser la primera secuela directa. Nos hace seguir los pasos de Max en la universidad mientras viaja entre dos mundos paralelos en los que su amiga vive y muere y resulta una premisa estupenda. Sabe atrapar porque finaliza siempre con giros de guión atractivos… pero le falta fondo. Life is Strange es más que esto: es una introspección de temas de la juventud que resuenan con el jugador y aquí se sacrifica demasiado el fondo por la forma. La forma, eso sí, es buena, con un gran trabajo de animación facial muy importante para la serie y un compendio de melodías que acompañan. Así sabe atrapar, pero no enamorar.
Es la primera secuela directa del juego original, que repite protagonista pero se puede jugar por separado.
Gráficamente ha evolucionado, con estupendas animaciones faciales y buenas melodías.
La trama está llena de giros trepidantes, pero se olvida demasiado de los personajes y los temas.
La mecánica de alternar entre dos realidades es muy llamativa.
Podemos hacer fotos y consultar nuestro móvil tanto para mandar mensajes como mirar las redes sociales.
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La noticia
Usa el mismo truco que Netflix y su «un episodio más y termino», aunque el nuevo Life is Strange falla en lo más importante
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3DJuegos
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Alejandro Pascual
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